EN 2013, LOS INVESTIGADORES QUE EXCAVABAN UN convento EN Rennes, Francia, DESENTERRARON UN ataúd de plomo de 357 años de antigüedad. En su interior, encontraron un cuerpo sorprendentemente bien conservado, que llevaba zapatos de cuero y estaba envuelto en túnicas religiosas.
También encontraron algo más: otra caja de plomo mucho más pequeña, con una forma familiar. Cuando la abrieron, había un corazón humano en su interior.
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Como informa National Geographic, el cuerpo pertenecía a una noble del siglo XVII, Louise de Quengo, que murió en 1656. El corazón pertenecía a su esposo, un caballero llamado Toussaint de Perrien.
Los historiadores ya sabían que los aristócratas europeos ocasionalmente eran enterrados separados de ciertas partes de su cuerpo, generalmente por motivos políticos y religiosos: para maximizar los sitios de oración o, si el fallecido perecía lejos de casa, para rendir homenaje a su país.
Pero según una nueva investigación del Instituto Nacional de Investigación Preventiva Arqueológica de Francia, Louise y Toussaint son la única pareja fallecida registrada que lo hizo por amor.
“Toussaint de Perrien murió en 1649, siete años antes que Louise, y fue enterrado a 125 millas de distancia” de su hogar en Rennes, escribe National Geographic. Pero primero, su corazón fue extraído y guardado en el contenedor de plomo. Louise lo conservó hasta que ella también falleció y, literalmente, se lo llevó a la tumba.
Hay otra pieza del rompecabezas: cuando los investigadores realizaron una tomografía computarizada del cuerpo de Louise de Quengo, descubrieron que ella también estaba sin su corazón. Suponen que probablemente Toussaint lo tiene. Feliz Día de San Valentín a todos.