Ya no merodea por esta esquina.
Aunque por un tiempo parecía que este perro permanecería aquí para siempre, con una mirada melancólica observando los autos que pasaban, anhelando el regreso de su dueño.
Pero este perro había sido abandonado allí. Y fue necesario que todo un vecindario de Miami lo convenciera de que su dueño no iba a volver.
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Para esa noche, una página de GoFundMe superó los $2,000. Las donaciones para su atención médica vinieron desde tan lejos como Australia e Inglaterra.
“He recibido un bombardeo de correos electrónicos”, dice Julian Rovito, uno de los vecinos que ayuda al perro, a The Dodo. “Realmente quiero responder a todos. Y lo haré”.
Pero Joey ha sido su gran obra de amor, y tiempo.
Los vecinos habían intentado varias veces meter al perro en una jaula. Invariablemente, se encontraban con gruñidos. O bien, Joey amenazaría con escapar.
El jueves fue un día particularmente lluvioso y el perro había dejado su caja en la esquina de la calle para encontrar refugio en el patio de alguien.
“Intentamos ponerle una correa y él no quería”, dice Rovito.
Finalmente, el cebo de carne logró que Joey entrara en la jaula.
Otro vecino se ofreció a poner la jaula grande en su coche y llevar a Joey al Hospital Veterinario de Alton Road.
Una organización de rescate con sede en Miami llamada Animal Recovery Mission (ARM) ya había estado en contacto con la clínica. Así que cuando Joey llegó, lo estaban esperando.
Estaba cubierto de pulgas y garrapatas. Su piel estaba cortada en varios lugares. Le faltaba un trozo de carne en la nariz.
“Él tuvo un mal día”, explica Rovito. “Entre que llovió todo el día y nosotros lo perseguíamos tratando de meterlo en la jaula, y luego los médicos tratando de examinarlo… estaba un poco gruñón”.
Pero luego ocurrió algo. Algo que hemos visto hacer una y otra vez a perros aparentemente desanimados.
Su cola se movió.
Joey consiguió una nueva cama. Joey tuvo un nuevo comienzo. Joey recibió amor.
Permanecerá en el hospital veterinario durante los próximos días. Luego, las personas de este vecindario tan compasivo, trabajando con ARM, le encontrarán un hogar temporal.
Resulta que todo lo que necesitaba era una mano.
Y la esperanza, como siempre, siguió.
“Hablé con el veterinario hoy”, cuenta otra residente del vecindario, Christina Lindenberg, a The Dodo, “Y él está empezando a salir de su caparazón lo suficiente como para ponerle una correa y sacarlo afuera”.